Muchos
políticos se niegan a comprender que los ciudadanos no somos un puñado de votos
a los que hay que salir a conquistar con sonrisas falsas y apretones de mano
hipócritas; el descrédito por la forma de hacer política en la actualidad, está
marcado en gran medida por la lejanía que muchos políticos han demostrado tener
respecto de la realidad y necesidades de la gente común y corriente, en efecto,
hoy lo que vemos son caudillos abrazando ideas y generando iniciativas
mezquinas y de corto alcance, con el único fin de posicionar agendas propias o
las del partido que representan, olvidando por completo que la representación
que deben ejercer es respecto de la ciudadanía, vemos con desazón que una parte
importante de ellos lo único que privilegia es el cálculo electoral, no existe
un análisis de la sensibilidad e impacto de sus iniciativas en el electorado,
todo es en función del partido, olvidan por completo que el capital más grande,
importante y vital de Chile es el independiente, ese que tiene una tendencia,
pero que no es capaz de suscribir a alguno, porque en ninguno encuentra lo que
siente y necesita le sea provisto; esto es una constatación empírica de la
verdadera y única realidad objetiva, donde más del 90% del padrón electoral no
tiene afiliación política, pero que sin embargo está cautiva por las decisiones
que menos del 10% que sí la tiene; entonces así, cual depredador tras su presa,
los políticos salen a hacer ofertones demagógicos y populistas, queriendo
interpretar lo que esa gran mayoría aspira, pero que en la práctica no tienen
ninguna intención de llevar a cabo y desarrollar, sólo buscan votos y el dinero
que está asociado a su obtención.
En resumen, la
evidente apatía de la gente por participar en elecciones de voto popular y su
cada vez más alejado compromiso con el país, es la respuesta ante la actitud
indiferente y menospreciativa que la clase política de forma transversal tiene,
respecto del hecho de hacerse cargo de forma honesta, transparente, responsable
y sistemática de las necesidades e iniciativas que le gente espera sean
abordadas para una mejor convivencia, un mejor desarrollo y una sostenida
superación de nuestras necesidades básicas y cotidianas como país, en términos
de seguridad, acceso digno a la salud, a una educación que vaya en el sentido
de cubrir las necesidades que el país requiere, a transitar durante la vida
productiva por un camino con un objetivo trazado a largo plazo y no a lo que
dure un período presidencial o parlamentario específico.
Finalmente,
reconocer que la decisión final para que esto cambie es nuestra, no del otro,
debemos en primera persona hacernos cargo de transformar este lamentable
paradigma al que nos han conducido ciertos políticos; el empoderamiento
responsable de todos nosotros frente a este desperdicio evidente de recursos
humanos y económicos debe ocurrir cuanto antes, para ello debemos asumir
activamente un rol fiscalizador, exigir respuestas concretas a quienes hemos
mandatado para representarnos, citarlos a nuestra unidades vecinales, son esas
instituciones comunales las que debemos fortalecer, todo el cambio ocurre en el
barrio, luego en la comuna, en la región y finalmente en el país, no es al
revés como pretenden, donde las iniciativas van perdiendo peso, se van
transformando equivocadamente y finalmente lo que llega al barrio, la comuna,
la región y finalmente el país, no es ni por cerca lo que la gente necesita
para lograr mejor calidad de vida y sentir verdaderamente que su esfuerzo y
muchas veces el sacrificio, valió la pena.
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