martes, 18 de junio de 2019

DELIRIOS SOBRE LA EVOLUCIÓN


Artículo escrito por: A PASO FIRME

    El ser humano desde que logró ponerse de pie y comenzó a experimentar este mundo, ha tenido aciertos y desaciertos, tal breve afirmación anterior parece lógica y provista de toda racionalidad, en efecto, la experiencia de la evolución ha traído consigo el desarrollo tanto de la bondad como la maldad, ambas han avanzado hasta nuestros días y disputan terreno de forma permanente para ver finalmente cuál se impone sobre la otra. Esta dualidad en todo orden de cosas y que disputa su batalla de forma permanente, es la que nos ha acompañado en el proceso de la experiencia de desarrollarnos a lo largo de nuestra historia, hasta nuestros días.

              Cómo sobrevivir a un mundo en el que conviven grupos compuestos por violadores y sádicos, usurpadores y corruptos, ladrones y flojos, sinvergüenzas y aprovechadores, traidores, asesinos y perversos, mentirosos y embaucadores, sucios y miserables, con otro grupo compuesto por estudiosos y sabios, leales y honestos, bienhechores y delicados, trabajadores y emprendedores, sensibles y amables, descubridores y creadores, es sin duda un tema complicado de analizar. Vivir en este mundo supone un tremendo esfuerzo para ver a qué lado terminamos perteneciendo; son aquellas experiencias de vida las que se encargan de determinar el traspaso de valores y virtudes que forman el conjunto de nuestra esencia y existencia. Es en el seno de la institución más básica y primitiva llamada familia, que se forjan estos valores y virtudes, positivas y negativas. Cuánto empeño haya puesto la familia en el proceso de desarrollo y cuán blindada haya sido la protección que ella brinda al que está en formación, es lo que finalmente establecerá y marcará de alguna forma significativa, el camino que tomará con libertad y determinación aquel nuevo ser que comienza a participar de esta convivencia en lo que entendemos como sociedad.

              Hoy, mucho está en juego y nuestro futuro parece pender de un frágil hilo, el sentido común, entendido como el conjunto de conocimientos y creencias compartidos por una comunidad y considerados como prudentes, lógicos o válidos, está en entredicho; esa capacidad natural de juzgar los acontecimientos y eventos de forma razonable, parece estar adormecida o en retirada, así las cosas, no es de extrañar ver a diario cómo nos destruimos y degradamos social y humanamente, individual y colectivamente; lo que ayer parecía prudente, lógico y válido, hoy no lo es. Las nuevas generaciones se atropellan para hablarnos de libertad y derechos, olvidando por completo que el ejercicio de aquellas libertades y derechos que reclaman, están sujetos necesariamente al ejercicio equitativo del respeto y las responsabilidades como un todo, ninguna puede desarrollarse y ser próspera sin estar en equilibro con la otra.

              Como resultado de lo anterior, el anarquismo como forma de doctrina política hace estragos, florece y se esparce sin mucho esfuerzo en sociedades como la nuestra, sociedades que están aún en proceso de desarrollo y consecución de sus necesidades básicas, sociedades que han escuchado con conveniente atención el mensaje de la equidad e igualdad, sin tener claro lo que corresponde hacer para alcanzarlas; en efecto, grupos radicalizados que se oponen a todo y preferentemente al reconocimiento del Estado, independiente de quién gobierna, parece ser lo que algunos quieren imponer para nuestro futuro, fundando peligrosamente las bases para la equivocada forma de comprender que la defensa del individuo en todas sus formas está por encima de lo que cualquier autoridad quiera según ellos imponerle. Esta doctrina del odio que algunos pretenden imponer por la vía del caos social es el resultado del facilismo con que se ha conducido de forma laxa y permisiva la familia, supliendo con ello toda entrega de valores y virtudes con bienes materiales desechables para que aquél que se está formando tenga “bienestar”.

Finalmente, reflexionar sobre la detenida y permanente observancia que debemos aplicar, con especial atención en el hecho cierto que el abandono consciente de nuestras responsabilidades como familia, respecto de aquellos que formamos, traerá consigo más caos y más conflicto, porque una sociedad que pondera y premia principalmente la consecución de bienes materiales superfluos, banales y de moda, creyendo con aquello que escala socialmente y se diferencia positivamente respecto de quienes no lo logran o no lo tienen como prioridad por sobre los valores y virtudes, está condenada indefectiblemente al fracaso. Así pues, para enmendar nuestro rumbo, el fortalecimiento de la familia en su rol formador, es el único camino viable para superar este caos en el que estamos sumergidos, no atenderlo pronto con esmero y dedicación única, nos hará sucumbir irremediablemente.



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