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miércoles, 10 de noviembre de 2021
martes, 2 de noviembre de 2021
PEQUEÑOS TIRANOS
Artículo escrito por A PASO FIRME:
¿Por qué las generaciones formadas antes de los años 90’s parecen ser más responsables?, a mi juicio porque éramos mucho más pobres materialmente, pero inmensamente ricos en valores, crecimos bajo el ojo siempre vigilante primero de nuestros padres y luego de sus abuelos, claro, en el caso de aquellos que pudieron disfrutar de ellos.
Nuestra rutina comenzaba temprano
con un buen aseo y un desayuno preparado directamente por alguno de los padres,
las tareas habían quedado terminadas con la supervisión constante de nuestros
padres, los zapatos habían quedado lustrados la noche anterior, el bolsón tenía
todo lo necesario para hacer frente a las asignaturas del día y estábamos
listos para formarnos y tomar distancia a las 8 en punto, peinados y vestidos
ordenadamente, luego nos iban a recoger al colegio nuestros padres o hermanos
mayores y se almorzaba en familia, se hacía sobremesa y conversaba sobre lo que
había ocurrido, el televisor – si había – era uno para toda la familia, por
tanto después de ayudar a recoger la mesa y ordenar la loza se hacía una pausa
y se entraba de lleno a la hora de estudio que significaba devorar libros, ir a
la biblioteca municipal y escribir páginas y páginas de documentos o estaba el
pedir ayuda al padre para la tarea de técnicas manuales o ayuda a la madre para
germinar un poroto en un vaso con un algodón y descubrir junto el misterio de
la vida en la naturaleza.
Luego de tarde podíamos salir a
jugar un rato con los amigos del barrio, poner un cartón en la horquilla de la
bicicleta para que el roce con los rayos la hiciera avanzar estruendosamente como
si fuera una gran motocicleta, la bolsa con las bolitas era un tesoro que
siempre intentabas que contara con el bolón de acero o la bolita de un color
diferente y no el típico “ojito de gato”, una manguera en verano era la
aventura acuática más impresionante, rasparse las rodillas aprendiendo a andar
en skateboard era todo un desafío al equilibrio, en fin, tantas cosas que
experimentamos con la pobreza material, pero que la riqueza de las cosas
sencillas nos llevó a apreciar cada situación experimentada.
Pasado ese tiempo y después de regresar
de ese recreo estaba regresar para tomar once, nuevamente todos en familia con
una marraqueta con mermelada, dulce de membrillo o huevos revueltos, té o leche
según el presupuesto de nuestros padres, sin cuestionar jamás lo que nos daban
y que era siempre en la medida de las posibilidades económicas de ellos, luego
ordenar nuevamente las cosas para el día siguiente del colegio, quizás algo de
lectura entretenida, un buen Condorito o Tío Rico, quizás un Mampato, juntar
las láminas del álbum que hacía furor en
ese momento y separar aquellas láminas que al día siguiente intercambiarías en
el recreo, para finalmente llegar a la hora de la cena, su plato de tallarines
con o puré con huevo y ahí otra vez todos sentados en la misma mesa,
religiosamente juntos y unidos, repasando cada uno de los integrantes de la familia
lo que había sido ese largo y agotador día, un poco de noticias en la radio o
el noticiario central y a la cama, a las 9 estabas arropado generalmente por la
madre que se preocupaba que si era invierno te acompañara el guatero para no
pasar frío o la sábana fresca de trevira en verano para no asarse y con la
ventana algo abierta para que ingresara algo de aire, así era de lunes a jueves.
El domingo era esperar que
llegara el periódico y separarlo para quedarse con el suplemento, a mí me
encantaba leer “Pocas Pecas”, era sencillo y entretenido, imaginabas sus
aventuras y en tu cabeza las hacías tuyas, el almuerzo era lo mejor que podía
suceder, era el día de algo rico, diferente y sabroso, un pollo con papas
fritas o quizás un trozo de carne en una parrilla si es que había como
prepararla, en mi caso era picar palitos y ponerlos con papel de diario y un tarro
al medio, toda una aventura con los fósforos para encender aquel fuego que
luego saciaría tus deseos de un sabroso trozo de carne y un par de papas doradas
con ese calor abrazador, si había una buena película te llevaban al cine Huelén
o California, recuerdo que mi padre se dormía una siesta mientras yo disfrutaba
de alguna aventura como por ejemplo “La Espada en la Piedra” o “El Principito”,
luego al café Paula o al Café Santos y de vuelta a casa, a preparar el día
lunes, lustrar los zapatos y comenzar nuevamente.
Las vacaciones recréenlas ustedes
mismos a medida que avanzan con esta lectura, recuerden lo que era asolearse en
la playa y terminar como pancora, un verdadero empolvado luego de meterse al
agua y volver para hacer un castillo o túneles de arena, a lo mejor aquellas
aventuras en el campo, la montaña o el desierto, es vital mantener frescos esos
recuerdos que son nuestra realidad, la que nos forjó con cosas simples, pero muy
valiosas.
Así transcurrió para muchos
nuestra niñez, ahí conocimos y disfrutamos a los mejores amigos, con ellos
compartimos toda clase de aventuras y también peleas, más de alguna vez algún
mayor tuvo que llegar para separarnos, pero todo se arreglaba ahí; fue en ese
ambiente de familia con abuelos, tíos y amigos sinceros que nos formamos,
nuestros padres fueron la guía necesaria para que ese arbolito no creciera
torcido, estaban con nosotros, nos apoyaban y regañaban, derechos y
responsabilidades en equilibrio.
Hoy, los tiempos modernos y la
vorágine de la cuál hemos hecho la mejor excusa, ha devenido en delegar
responsabilidades básicas de los padres, que por salir a competir y abrirse paso
en un mundo mucho más exigente y demandante han dejado brechas irreparables en
muchos de sus hijos, han resuelto con dinero y bienes materiales lo que
afectivamente y en términos de formación y valores han abandonado, en suma, han
creado pequeños tiranos, jueces implacables de sus propios padres, nada bueno
ha resultado en muchos casos de aquello, es que hay simplemente tareas que son
ineludibles.
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