martes, 2 de noviembre de 2021

PEQUEÑOS TIRANOS


Artículo escrito por A PASO FIRME:

    ¿Por qué las generaciones formadas antes de los años 90’s parecen ser más responsables?, a mi juicio porque éramos mucho más pobres materialmente, pero inmensamente ricos en valores, crecimos bajo el ojo siempre vigilante primero de nuestros padres y luego de sus abuelos, claro, en el caso de aquellos que pudieron disfrutar de ellos.

    Nuestra rutina comenzaba temprano con un buen aseo y un desayuno preparado directamente por alguno de los padres, las tareas habían quedado terminadas con la supervisión constante de nuestros padres, los zapatos habían quedado lustrados la noche anterior, el bolsón tenía todo lo necesario para hacer frente a las asignaturas del día y estábamos listos para formarnos y tomar distancia a las 8 en punto, peinados y vestidos ordenadamente, luego nos iban a recoger al colegio nuestros padres o hermanos mayores y se almorzaba en familia, se hacía sobremesa y conversaba sobre lo que había ocurrido, el televisor – si había – era uno para toda la familia, por tanto después de ayudar a recoger la mesa y ordenar la loza se hacía una pausa y se entraba de lleno a la hora de estudio que significaba devorar libros, ir a la biblioteca municipal y escribir páginas y páginas de documentos o estaba el pedir ayuda al padre para la tarea de técnicas manuales o ayuda a la madre para germinar un poroto en un vaso con un algodón y descubrir junto el misterio de la vida en la naturaleza.

    Luego de tarde podíamos salir a jugar un rato con los amigos del barrio, poner un cartón en la horquilla de la bicicleta para que el roce con los rayos la hiciera avanzar estruendosamente como si fuera una gran motocicleta, la bolsa con las bolitas era un tesoro que siempre intentabas que contara con el bolón de acero o la bolita de un color diferente y no el típico “ojito de gato”, una manguera en verano era la aventura acuática más impresionante, rasparse las rodillas aprendiendo a andar en skateboard era todo un desafío al equilibrio, en fin, tantas cosas que experimentamos con la pobreza material, pero que la riqueza de las cosas sencillas nos llevó a apreciar cada situación experimentada.

    Pasado ese tiempo y después de regresar de ese recreo estaba regresar para tomar once, nuevamente todos en familia con una marraqueta con mermelada, dulce de membrillo o huevos revueltos, té o leche según el presupuesto de nuestros padres, sin cuestionar jamás lo que nos daban y que era siempre en la medida de las posibilidades económicas de ellos, luego ordenar nuevamente las cosas para el día siguiente del colegio, quizás algo de lectura entretenida, un buen Condorito o Tío Rico, quizás un Mampato, juntar las láminas del  álbum que hacía furor en ese momento y separar aquellas láminas que al día siguiente intercambiarías en el recreo, para finalmente llegar a la hora de la cena, su plato de tallarines con o puré con huevo y ahí otra vez todos sentados en la misma mesa, religiosamente juntos y unidos, repasando cada uno de los integrantes de la familia lo que había sido ese largo y agotador día, un poco de noticias en la radio o el noticiario central y a la cama, a las 9 estabas arropado generalmente por la madre que se preocupaba que si era invierno te acompañara el guatero para no pasar frío o la sábana fresca de trevira en verano para no asarse y con la ventana algo abierta para que ingresara algo de aire, así era de lunes a jueves.

     El día viernes era algo diferente porque era el último día de clases y esperabas lo que vendría para el fin de semana, levantarte algo más tarde, tomar desayuno y ordenar tu pieza y hacer tu cama, acompañar a tus padres a la feria para abastecerse de verduras y en ese paseo te ganabas un helado o un algodón, ayudabas a cargar las bolsas y volvías a casa lleno de frutas y verduras esperando que se viniera la macedonia, el plátano con miel o las jugosas manzanas o naranjas, en fin, éramos tan felices, en la tarde del sábado era quizás ir al cumpleaños de algún compañero del colegio donde lo más probable que te esperara un chocolate caliente y un trozo de torta casera, esa que era hecha por la mamá y alguna tía de cariño que siempre estaba dispuesta a cooperar.

El domingo era esperar que llegara el periódico y separarlo para quedarse con el suplemento, a mí me encantaba leer “Pocas Pecas”, era sencillo y entretenido, imaginabas sus aventuras y en tu cabeza las hacías tuyas, el almuerzo era lo mejor que podía suceder, era el día de algo rico, diferente y sabroso, un pollo con papas fritas o quizás un trozo de carne en una parrilla si es que había como prepararla, en mi caso era picar palitos y ponerlos con papel de diario y un tarro al medio, toda una aventura con los fósforos para encender aquel fuego que luego saciaría tus deseos de un sabroso trozo de carne y un par de papas doradas con ese calor abrazador, si había una buena película te llevaban al cine Huelén o California, recuerdo que mi padre se dormía una siesta mientras yo disfrutaba de alguna aventura como por ejemplo “La Espada en la Piedra” o “El Principito”, luego al café Paula o al Café Santos y de vuelta a casa, a preparar el día lunes, lustrar los zapatos y comenzar nuevamente.

    Las vacaciones recréenlas ustedes mismos a medida que avanzan con esta lectura, recuerden lo que era asolearse en la playa y terminar como pancora, un verdadero empolvado luego de meterse al agua y volver para hacer un castillo o túneles de arena, a lo mejor aquellas aventuras en el campo, la montaña o el desierto, es vital mantener frescos esos recuerdos que son nuestra realidad, la que nos forjó con cosas simples, pero muy valiosas.

    Así transcurrió para muchos nuestra niñez, ahí conocimos y disfrutamos a los mejores amigos, con ellos compartimos toda clase de aventuras y también peleas, más de alguna vez algún mayor tuvo que llegar para separarnos, pero todo se arreglaba ahí; fue en ese ambiente de familia con abuelos, tíos y amigos sinceros que nos formamos, nuestros padres fueron la guía necesaria para que ese arbolito no creciera torcido, estaban con nosotros, nos apoyaban y regañaban, derechos y responsabilidades en equilibrio.

    Hoy, los tiempos modernos y la vorágine de la cuál hemos hecho la mejor excusa, ha devenido en delegar responsabilidades básicas de los padres, que por salir a competir y abrirse paso en un mundo mucho más exigente y demandante han dejado brechas irreparables en muchos de sus hijos, han resuelto con dinero y bienes materiales lo que afectivamente y en términos de formación y valores han abandonado, en suma, han creado pequeños tiranos, jueces implacables de sus propios padres, nada bueno ha resultado en muchos casos de aquello, es que hay simplemente tareas que son ineludibles.

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