lunes, 19 de octubre de 2020

¿QUIÉN GOBERNARÁ AL QUE NOS GOBIERNA?


Artículo escrito por: A PASO FIRME

    "Quién gobernará al que nos gobierna", evocando al gran Plutarco, así quiero comenzar esta columna que pretende recoger una visión de lo que nos ocurre en Chile, no sin antes entregar la respuesta que él mismo tiene preparada para el indocto gobernante: "La ley que reina sobre todos, mortales e inmortales". No centremos la idea de quién nos gobierna exclusivamente en la figura de un presidente, sino más bien sobre todos aquellos que en los 3 poderes del Estado lo hacen.

Llevamos más de 1 año siendo testigos de una asonada vandálica de caos y destrucción que al igual que una ola contra las rocas, golpea porfiada y permanentemente sobre nuestra institucionalidad y peor aún, sobre nuestra democracia.

Comencemos a desmenuzar el concepto de democracia, comprendiendo que es una forma de gobierno con mecanismos expresos y definidos legítimamente para su ejercicio, donde se estimula la participación ciudadana, ella tiene como pilar fundamental de sustento el hecho que se excluye a la violencia en todas sus formas posibles de existencia, el disenso de las ideas pasa a ser clave para una democracia armónica y de buen entendimiento, puesto que con ello se garantiza la libertad de expresión dentro de un marco implícito de respeto cívico, el principio de equidad también forma parte de la democracia, en tanto y cuánto se espera haya suficiente espacio para el fomento de la participación respetuosa y diversa en lo que a religión, sexo, etnia, política o espiritualmente se refiera, en palabras simples, todos los que suscriban lo anterior caben en democracia.

¿Qué hace que una democracia entre en crisis?, a juicio personal creo que el énfasis debe ponerse en nosotros los ciudadanos, en nuestra escasa y casi nula preparación para la participación activa y cívica que nos corresponde, sobre nuestros hombros recae la responsabilidad final por la forma en que la democracia debe permitirse que se desarrolle; un pueblo no puede esperar ser diligentemente conducido si no ha escogido con responsabilidad a sus gobernantes, porque es en la idoneidad de ellos que depositamos nuestra confianza, de forma tal que ellos dirijan y conduzcan a la nación mientras nosotros, los que no participaremos de forma directa en esta conducción desarrollemos de la mejor forma lo que nos ha sido provisto por nuestro intelecto y habilidades naturales, ¿pero cómo podríamos elegir a los más idóneos si nosotros no estamos preparados?, esta incógnita exige y demanda ser resuelta antes de pensar siquiera en quiénes depositaremos nuestra confianza política para construir un futuro sustentable.

Ser gobernado por los peores hombres es un asunto tratado largamente por Platón hace ya más de 2.000 años, ese es el precio a pagar por desentendernos de la política, esperando que sea otro quién se preocupe constantemente de mantener sobre los rieles a la democracia, pretender deshacernos de la noche a la mañana de los efectos de la descomposición moral que ha ganado tanto terreno es tarea casi imposible, ¿Cómo le quita a un niño un juguete que recién ha recibido y comienza a dominar?, no se puede si no hay un control eficiente de la pataleta que desatará, ¿Cómo juega con él a un juego normado con reglas claras y precisas si le permite que las adapte a su conveniencia?, no se puede; visto así entonces, no resulta muy complicado comprender por qué hemos permitido abrirse paso tan descaradamente a políticos de tan baja estatura moral. ¿De qué sirve crear instituciones anticorrupción si ellas las van a administrar personajes que forman parte del problema?, la farsa construida y disfrazada con ropajes de democracia no es otra cosa que un amargo dulce proporcionado por seres sedientos y enfermos de poder, locos desatados y verdaderos desalmados a los que hemos permitido hacer y deshacer frente a nuestras narices.


Vivir en democracia exige ineludiblemente un compromiso e involucramiento permanente con reglas morales, garantes de la libertad de todos frente al poder. Aristóteles nos anticipó que una democracia extrema es lo más parecido a una tiranía, en el entendido que cuando esa mayoría elegida democráticamente no se considera sujeta a la ley y la moldea para fines particulares, respecto de eludir el atender al interés de todos apartando por completo el despotismo, entonces lo que está haciendo es construir una tiranía democrática, aquella donde lo bueno y lo malo viene dado por una mayoría artificialmente construida, en un evidente retorno a la ley del más fuerte, con lo que automáticamente quedan conculcadas nuestras libertades, el pueblo pasa a ser monarca y deja de estar sujeto a la ley y el orden, estableciendo parámetros propios para su actuación; esto es lo que a mi juicio presenciamos y por lo que estamos pagando al desentendernos de la política.


En otro plano de la gobernanza está el legislador, a quién hemos equivocadamente elevado a niveles de un endiosamiento pernicioso, el que a 30 años del retorno a la democracia sólo nos ha mostrado su apetito voraz por el poder y el dinero; el legislador no es un Dios elegido democráticamente, por lo tanto no puede ni debemos permitirle crear a su antojo y definir los límites de la moral, porque no todo lo legal y bueno es moral. Alguien en la Roma antigua se anticipó a esto y llegó a afirmar que si se trataba de robos privados, los ladrones pasaban su vida entre cadenas, pero si eran servidores públicos la pasaban con oro, hoy vemos que ello no es muy diferente, con la excepción que las cadenas han sido reemplazadas por clases de ética, sin embargo el oro sigue llegando a raudales para el servidor público, todo indica que en nuestra historia no hemos superado muchas de estas cosas que al parecer son inherentes al Ser Humano.

Finalmente tenemos el plano de la justicia, quizá el más controvertido de los poderes otorgados a alguien respecto de cómo se administra, entendida como un conjunto de organismos y personas que se dedican a aplicar las leyes en sus tribunales; esta vez se hace necesario unir moral y justicia, porque el principio fundamental de la moral es la justicia, entendiendo con ello que debe existir una aplicación escrupulosa de las normas que regulan la convivencia y las relaciones de individuos o grupo de ellos, cuando la moral deja de formar parte de la justicia caemos indefectiblemente en prácticas sesgadas, inmorales e injustas, se lesionan gravemente derechos e intereses que ponen en riesgo la subsistencia del afectado y destruye al mismo tiempo a la justicia, la ética también recibe un duro golpe porque sin ella es la ideología del que juzga la que se impone por sobre la correcta administración de justicia; recordemos entonces a Sócrates, quién nos advirtió que 4 cosas corresponden a un Juez, escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente.

En cada uno de los poderes del Estado hemos construido una pirámide invertida, donde nuestra indiferencia y apatía le ha concedido un lugar de privilegio a quiénes nos gobiernan, son ellos los que hemos puesto en la cúspide, permitiendo que nosotros respondamos a ellos, cuando es justamente a la inversa. Si alguna autoridad, de cualquier índole quiere ganarse nuestra confianza, primero debe ofrecernos la suya a cambio.

No tengo la pretensión de entregar la solución a nuestros males, porque carezco de mucho de lo necesario para arrogarme tal empresa, más bien lo mío es invitar a la reflexión, aquella que con un mínimo de sentido común es capaz de hacernos comprender lo que sucede y con ello abrir los ojos, de forma tal que ello nos remeza e invite a modificar nuestra conducta cívica, dejar de ser simples espectadores y convertirnos de verdad en actores principales de lo que sucede a nuestro alrededor. Mis artículos generalmente tienen alusiones a filósofos y pensadores Griegos o Romanos, los rescato permanentemente porque en ellos reside un conocimiento y experiencias que no pueden caer en el olvido, por mucho que hayan pasado siglos desde que fueran expuestas sus ideas y concepciones relativas a la moral, la justicia, el gobierno y la democracia, entonces, con todo lo anterior ¿Quién gobernará al que nos gobierna?

2 comentarios:

  1. Creo que ha hecho un buen diagnóstico de lo que nos sucede, y encuentro muy acertado el párrafo que comienza 'En cada uno de los tres poderes del Estado, hemos construido una pirámide invertida... ¿cómo se evita nuestra indiferencia y apatía que les ha concedido a ellos poder absoluto sobre nuestras vidas? Sólo con educación de verdad, así es que se trata que una tarea de larguísimo aliento.

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  2. Excelente análisis, muchas gracias.

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