Artículo escrito por: A PASO FIRME
Estar dividido valóricamente y hasta dividido moralmente en términos políticos es un verdadero dolor de cabeza, la lógica más básica me dice que si queremos ser políticamente relevantes deberíamos siempre ser consecuentes y consistentes con nuestras ideas, dicho eso, deberíamos entonces erradicar de nuestra mente la idea de participar en elecciones yendo a votar por el mal menor para evitar que se imponga el mal mayor, o restarnos de hacerlo si ninguno de los candidatos nos interpreta mayoritariamente tanto en ideas como moral y/o valóricamente.
La historia de la humanidad está llena de ejemplos donde se ha dado esta situación de disyuntiva política, para no ser latero solamente mencionaré 2 ejemplos construidos sobre frases que hasta hoy resuenan y que manoseamos constantemente, por una parte está Maquiavelo con, "El que tolera el desorden para evitar la guerra, primero tendrá el desorden y después la guerra", alrededor de 500 años más tarde Churchill vuelve con algo muy parecido y nos señala, "El que se humilla para evitar la guerra, tendrá la humillación y también la guerra", ambos nos dicen y afirman lo mismo, quizás basados en sus propias experiencias de la época, entonces, ¿para qué arriesgarnos en participar de batallas en las cuáles los contendores no nos resultan afines? o más bien las eventuales decisiones políticas tendientes a minimizar un mal que a la larga deviene en otros peores, bueno, aquí viene mi análisis.
Ah!, pero antes de eso comenzaré reconociendo también un par de frases que hace mucho rondan en mi cabeza y es que, "para renacer, primero hay que morir", esto lo aplico en el más amplio de los sentidos que sea posible y aquella que dice, "No puedes hablar del sabor del jugo de naranjas si no lo has probado".
Entonces, estábamos en por qué deberíamos tomar partido en decisiones electorales cuando los candidatos son evidentemente deficientes, no nos representan o no dan el ancho, esto último de no dar el ancho lo interpreto desde la mirada del sentido común y luego de escuchar sus discursos carentes de razón o lógica básica, incluso peor aún, cargados de evidente ignorancia o de ideologías - no de ideas - que jamás han llevado a sociedad alguna a entendimientos mínimos que permitan consensuar sus locuras y que donde por mala fortuna se ha implementado con resultados de miseria, hambre, destrucción y muerte, donde además cada palabra utilizada va envuelta en una retórica que hace insostenible o insustentable lo que con tanto énfasis y resolución plantean cuando tienen al frente un micrófono.
Con todo lo anterior, de un tiempo a esta parte y cada vez que nos vemos expuestos a una lista de candidatos a lo que sea, nos encontramos con que son escasos aquellos que realmente tienen algo decente y sustentable que proponer, más bien nos vemos enfrentados a gente muy mal preparada intelectualmente, carentes de ideas propias y más bien repitiendo una y otra vez lo que masas vociferantes expresan de mala forma, y es que hemos perdido la capacidad de exponer ideas contundentes y debatir en torno a ellas con respeto, orientando aquello a atraer una audiencia que de forma apática e indiferente los recibe con total desprecio, basta ver por ejemplo lo que fueron las campañas de candidatos a constituyentes y finalmente la cantidad de ciudadanos dispuestos a apoyarlos con su voto, los que finalmente con escasa participación y por ende casi nula representación, terminan decidiendo por todos, y es que esta imperfecta democracia aún carece de mínimos aceptables en términos de participación que validen su elección.
Entiendo que la selección a cualquier cargo de representación popular debe entenderse en la medida que se trata y se espera que sean personas con algún grado de base intelectual y preparación, irreprochables en términos de conductas y de buen vivir, concretos, fluidos y respetuosos para expresarse y capaces de interpretar al pueblo, interpretar a gente común y corriente que tiene aspiraciones, necesidades, dolores, frustraciones y una serie de expectativas que esperan que su diario vivir transcurra de forma más ordenada, que con ello el país pueda contar con reglas claras y precisas de largo plazo para que lleguen inversiones, o bien que los que deciden emprender tengan condiciones que les permita arriesgar su capital o el obtenido a través de créditos de forma tal que con ello exista cierta certidumbre para ofrecer productos o servicios que generan valor a la sociedad, todo ello mientras la gran mayoría sigue con lo suyo ya sea estudiando y formándose, trabajando para otros o de forma independiente o bien ya está en aquella etapa donde dio todo lo que estuvo a su alcance en los tiempos de su vida productiva y solo necesita tranquilidad.
A propósito, a veces siento que soy un tanto alambicado para expresar algo y es que en mis intentos de escribir trato de ser meridianamente claro, pero bueno, así fluye y es como construyo estos relatos, donde la única pretensión que tienen es dejar por escrito un trozo de lo que experimento al poner atención a mi entorno y de paso compartirlos con usted para que reflexione.
Estaba en que los candidatos están para representar nuestras ideas, pero no los hay del todo, digo, no hay quién interprete al pie de la letra lo que en términos de aspiraciones políticas, valóricas, religiosas, culturales, económicas, de libertades o sociales lo haga, siempre es alguien por quién sacrificamos una parte para obtener algo superior, buscamos una representación que en términos generales nos permita tomar nuestras propias decisiones, para que posteriormente en nombre nuestro tome decisiones que finalmente nos afectan a todos, siempre en política es un algo en la medida de lo posible.
Dicho todo lo anterior, entonces no parece tan ilógico participar en una elección con candidatos que no nos interpretan del todo, porque al fin y al cabo lo que hacemos e incluso lo que dejamos de hacer, tiene indefectiblemente o irremediablemente una consecuencia respecto de nuestro diario vivir, acción y reacción, un principio básico. Por tanto, no parece aceptable o razonable restarnos y con ello dejar que sea otro quién decida sobre el destino de tal o cual candidato, en tanto su eventual elección le permitirá tomar decisiones o dejar de tomarlas, porque lo queramos o no, lo que haga o deje de hacer incidirá e influirá en nuestras expectativas, calidad de vida y finalmente en nuestro futuro.
Por otra parte está aquella mirada que dice que amparado en nuestros ideales, no resulta plausible apoyar a tal o cual candidato que en poco y nada me representa y aquella decisión más bien le pertenece y corresponde a quiénes sí se ven influenciados en sus ideales o ideologías, bueno, ese a mi juicio parece ser el peor de los mundos, porque significa cruzar los brazos y ver cómo unos y otros los apoyan hasta conseguir un vencedor, incluso a veces con escasa representación porque participó poca gente, olvidando por completo lo que les mencioné anteriormente y es que quién resulte ganador tomará o dejará de tomar decisiones que nos afectarán a todos, lo queramos o no. Nuevamente acción y reacción.
Los puristas dicen respecto de esto último, que ello responde a la necesidad de que las ideas se defienden en el mediano y largo plazo porque con ello es que se construyen futuros sustentables en el tiempo, por tanto no es posible apoyar a un candidato en particular por el solo hecho de representar el mal menor, es como un basta de aquello y si hemos de hundirnos, bueno, que sea de una vez por todas para que luego de morir, podamos renacer. Esta arriesgada apuesta que de alguna forma sí he intentado sostener, comienza a derrumbarse no porque yo no crea en lo que soy capaz de hacer, se cae a mi juicio porque eventualmente no pudiera ser posible que una mayoría sustanciosa pueda comprenderlo de la misma forma y haga exactamente la misma lectura, esto lo digo porque hay sustento para pensar que no es posible que ello pudiera ocurrir, saltando a la vista la evidente apatía y permanente desinterés respecto de participar activamente en decisiones políticas, a su vez amparado en los cada día más escasos niveles de participación, demasiado bajos y sin un mínimo exigido tratándose de este sistema con voto voluntario, por eso es que mi posición comienza a derrumbarse, porque creo que no es momento de aplicar dogmas, porque para ello se necesita de una ciudadanía cívicamente responsable, capaz de participar sin que sea obligada a hacerlo en términos constitucionales, más bien que debería hacerlo en términos moral y valóricamente responsables.
Insisto, es perfectamente válido tomar decisiones exclusivamente cuando se está realmente convencido, pero creo que ellas se restringen a nuestro ámbito personal y aquí se trata de una decisión para la sociedad en su conjunto. Dado aquello es que subyace este miedo a aceptar el riesgo de morir y tocar fondo para luego renacer o resurgir, porque esta decisión lleva implícita una carga llena de dudas y misterios relacionados a de qué forma es que vendrá aquel renacer o resurgir, ¿Será acaso en la forma de una guerra civil?, ¿Acaso en la forma de un nuevo pronunciamiento militar?, ¿Con qué costo económico y social le haríamos frente?, ¿Saldremos a la calle masivamente a defender nuestras ideas?, ¿Y si salimos a la calle será a marchar o a deshacernos de nuestro adversario que a esa altura será un enemigo?, no sé, muchas interrogantes circundan tal decisión. Entonces y creo que al igual que usted, me debato entre lo que son mis valores e ideales y que por cierto defiendo, respecto de los que entiendo para nuestro país y por los cuales la defensa es sin duda diferente porque tiene dimensiones sobre las cuales no puedo influir como realmente quisiera. Decimos siempre y exigimos a nuestros políticos que aquello que decidan lo hagan pensando en el bien superior del país, aquella aspiración resulta hueca y carente de un eco permanente y resonante, porque justamente es en nuestra apatía e indiferencia que hemos dejado que otros, los menos preparados, los derechamente más ignorantes, limítrofes y en muchos casos termocéfalos o acéfalos, pongan la música. Esa cómoda posición de hacer responsable al otro, siempre de medio lado o refilón, esperando que sea otro quién se mueva y decida, bueno, así es que en términos políticos se destruye una democracia, así es entonces como vemos que el totalitarismo de una masa inculta va ganando terreno, mientras nosotros, que sabemos que tenemos a la razón de nuestro lado, como si lloviera.
Molesta y da una mezcla de rabia con impotencia, más una tremenda pena, que la gente no comprenda la magnitud de lo que experimentamos, que sigan indemnes de cara a tanta afrenta ideológica que es evidentemente contraria a la razón, al orden, el Estado de Derecho, la moral, las buenas costumbres y finalmente contraria a nuestra libertad tal y como la conocemos, pero hasta hace pocos años.
Dos problemas intergeneracionales nos afectan gravemente, por una parte el de una generación de millenials, hijos de un modelo económico y social que les ha permitido conseguir todo sin siquiera muchas veces pedirlo y a través del mínimo esfuerzo y por otra parte una generación que ya vivió y experimentó los errores y horrores de lo que alguna vez pretendió llevar a Chile al sometimiento de la bota comunista, estas 2 generaciones no están conversando, no existe transferencia de conocimiento y de experiencias políticas, valóricas, morales y sociales respecto de sus fatídicos efectos, entonces resulta que en tanto y cuanto no exista primero la disposición al diálogo, aquel donde los más jóvenes estén dispuestos a escuchar a sus mayores, les tengan y demuestren el respeto que merecen, de forma tal que con ello se permita al menos orientar a las nuevas generaciones y donde además los más viejos también escuchen y permitan a los más jóvenes que nos cuestionen respecto de lo que nosotros hicimos mal, digo, para que la vuelta sea bidireccional, nada en ausencia de aquello creo que pueda sacarnos de este atolladero.
Se me ocurre que todo el necesario diálogo intergeneracional ha sido postergado quizás con la excusa de la vida vertiginosa que nos supuso una sociedad altamente competitiva, pero a la vez llena de envidias, falsos desafíos y mezquinas preferencias, una generación que ciertamente en 40 años trabajó muchísimo para superar los índices de pobreza que se arrastraban desde los tiempos de nuestros abuelos, logrando con ello comprobables y mejores proyecciones en términos de calidad de vida y más longevidad, producto de una mejor alimentación y/o acceso a la salud y cuidados; el hecho de llegar a tener hijos que son primera generación en la universidad o de institutos profesionales, donde muchas veces a punta de sacrificios que en no pocas ocasiones llegó incluso a postergar lo más básico para lograr sacarlos adelante; quizás aspiracionalmente motivados por alcanzar comodidades que nuestros viejos no tuvieron, todo ello es sin duda la mirada material de la vida, donde competimos ya no contra nosotros mismos, lo hacemos contra nuestro vecino, colega de trabajo, amigos en general o compañeros de nuestros hijos, equivocando y obviando casi por completo el camino de nuestro desarrollo personal y familiar, es de esta forma que creo que al mismo tiempo que hemos alcanzado estos logros materiales, ellos son completamente vacíos y en muchos casos innecesarios y carentes de toda traza de moral, valores, costumbres e ideales capaces de sustentar sostenidamente más aún en tiempos difíciles, sólo la pobreza nos enseña el valor de la riqueza, pero no en el sentido estrictamente material, sino en el más amplio sentido, siempre es otro quién de alguna forma proveerá lo que falta por obtener, pero a saber que lo que no se obtuvo en la casa, escasamente se obtendrá fuera de ella y difícilmente se compra con dinero; padres que entregaron la formación de sus hijos e incluso delegaron la crianza en manos de la asesora del hogar, porque a esta altura seguramente la abuela ya está en un asilo y si está, escasamente es respetada, todo ello mientras ambos padres salen por trabajo y luego al término de la jornada van a distraerse un poco en alegres happy hours, sin siquiera tener un mínimo de observancia respecto de lo que al mismo tiempo ocurre con sus hijos, entonces esa vieja costumbre de desayunar juntos, almorzar juntos y luego cenar todos en la misma mesa y hacer una sobremesa, ya no existe, ya no se debate ni discute en el buen sentido, todo eso se esfumó casi por completo, hoy cada uno desayuna, almuerza y cena donde el tiempo o el ánimos y ganas se lo permita, nuestros hijos asaltan la billetera o la cartera de los padres para sustentar sus necesidades del día o simplemente se les transfiere dinero a sus cuentas y adicionalmente se les paga un teléfono para que estén comunicados con cualquiera, menos con quién los financia, es que estamos muy apurados hoy, muy cansados hoy, muy agobiados por las deudas hoy, mañana quizás será un buen día para juntarnos y conversar, pero ese mañana no llega y por lo visto no llegó, el daño está hecho, la generación que hoy intenta dictar sus condiciones y señalar el camino en sus propios términos, no tiene formación y menos educación ni responsabilidad, esta nueva generación que dicho sea de paso es de cristal, ha conseguido respuestas en cualquier lugar menos en su hogar, las dudas a inquietudes básicas de formación son resueltas por redes sociales o por amigos más avezados que ya cruzaron la frontera y recetan a sus pares la pócima del éxito del momento, no se han ganado nada, pero aspiran a tenerlo y dictar todo, son entonces pequeños dictadores, creados a imagen y semejanza de nuestra indiferencia e incluso abandono; mucho hogar mal constituido, padres divorciados, violencia intrafamiliar, ni hablar del acceso a drogas tanto en padres como en hijos, porque eso daría para un largo y profundo análisis, en suma, en muchos casos se vive en una casa, pero no en un hogar.
Disculpe si me arranqué con la idea central, recién me doy cuenta de la catarsis que realicé mientras escribía, si ello ocurrió es porque debía decirse en este momento y al menos con ello intentar explicar lo que como sociedad experimentamos, nada es al azar y todo ocurre por una razón, ni buena ni mala porque las cosas son lo que son y las tachas o calificaciones son un invento nuestro, un pretexto inútil para catalogarlas, pero bueno, finalmente quedó eterno el párrafo anterior, pero así veo esta crisis de civilidad, valores e identidad.
Quiero finalmente terminar expresando que el camino que como sociedad terminemos escogiendo, será el resultado de nuestra capacidad de comprensión y lecturas que seamos capaces de hacer hoy, no mañana, será la forma en que actuemos, porque se avecinan tiempos aún más difíciles y que están a la vuelta de la esquina, unos querrán escapar del país ya sea porque tienen mucho que perder si se quedan o simplemente se irán porque sienten que ya está todo perdido y no vale la pena el sacrificio pseudo patriótico de luchar por recuperar la cordura, la decencia, los valores, cultura y libertad, otros en cambio se quedarán y afrontarán lo que se viene, los que se queden deben enfrentar la batalla de pie, los que se queden y lo hagan sentados...no sé, vea usted.
Tal parece que de poco sirven las experiencias de otras naciones que ya están sometidas a la miseria, de nada sirve ver cómo nuestros vecinos de Perú están a punto del desastre, de nada sirve ver cómo es que Argentina ya lo padece y se hace cada día más pobre, Ecuador y Colombia comienzan a vivir lo que hace casi 2 años experimentamos, Venezuela es sin duda el mejor ejemplo de descomposición económica, social, moral, cultural, valórica, ética y política, pero ni aún así hemos sido capaces de reaccionar, no es necesario haber probado el jugo de naranjas para hablar de su sabor, basta ver que algunos incluso bebieron cicuta por el solo hecho de vivir la experiencia y ya sabemos como termina la historia.
Más de alguna vez hemos escuchado que cada hombre escoge sus batallas, claro que sí, es muy válido en términos de batallas personales, pero están aquellas en que se demanda un bien superior, por tanto esas batallas exigen sacrificios que exceden creencias personales, se hacen en nombre de la libertad y en contra del totalitarismo, por tanto un verdadero libertario y a la vez patriota, debe ser a mi juicio capaz de abandonar por un instante sus creencias y sus dogmas en beneficio de un bien superior que es su país. Creo al mismo tiempo que el fin último de la participación cívica es la preservación de tanta libertad como sea posible aspirar, dicha libertad no se compra ni se vende, se defiende.
Dijo alguna vez Aristóteles que todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber, que los animales reciben de la naturaleza la facultad de conocer a través de los sentidos y que en los hombres la experiencia proviene de la memoria y que en consecuencia tal cosa existe, pero no sabemos por qué. No dejemos pasar por alto estos pensamientos y reflexiones, tenemos una sola vida y por la cual nuestra conciencia nos mueve, despertemos de este letargo, recurramos a la memoria y abandonemos la apatía, propongámonos ser actores relevantes del futuro tanto inmediato como de más largo plazo, que sea otro el que cargue en su conciencia con el resultado de su indiferencia y desprecio cívico, hagamos hoy algo que nos enorgullezca tanto en lo personal como en términos de sociedad, pensemos en nuestro propio legado, hagámoslo por esta tierra hermosa y generosa que habitamos, hagámoslo por cada hijo de esta tierra aún libre que necesita algo mejor, si lo hacemos por nosotros lo estaremos haciendo por Chile.